Jean Carriès, Rana con orejas de conejo, 1891-1892
Gres esmaltado beige con realces pardos anaranjados
Escultor convertido en ceramista, Jean Carriès (1855-1894), proporciona un testimonio de este nuevo interés de los artistas de finales del siglo XIX por las artes del fuego. La «revelación» del gres llega para el en 1878: descubre la cerámica japonesa en la Exposición Universal. Fascinado por este material al que llama «el macho de la porcelana», se instala en Saint-Amand-en-Puisaye (Nièvre) para aprender el arte de la alfarería. Autodidacta, inventa un bestiario fantástico del que la rana con orejas de conejo representa el ejemplo más famoso. La textura granulosa del gres y sus efectos de patina con múltiples matices le permite restituir lo mejor posible la epidermis del batracio, ya que Carriès utiliza sutilmente «la asociación natural de ideas que el esmalte graso, granuloso o liso, verdoso o pardo, podía evocar con una piel de sapo, caimán o lagarto». Criatura híbrida dotada de patas con garras y pico puntiagudo, la Rana con orejas de conejo provoca repulsión a los visitantes en el Salón, junto con otras quimeras surgidas la imaginación mórbida de Carriès: «¡Estas horribles bestias existen! Pero su maestro escultor es un loco, un morfinómano, un alucinado… ¡Oh! Estos sapos, estas larvas, estos renacuajos, estos arrastramientos, estas pústulas».
Donación de Georges Hoentschel, 1904 - Inv. PPS405

